Los niños suelen tener pequeñas manías, que por lo general tienden a desaparecer (o al menos a aminorarse o transformarse) hacia el final de la infancia y excepto en los casos en que sean realmente excesivas carecen de la connotación patológica
¿Os imagináis una universitaria por los pasillos de la facultad con un chupete? ¿O un abogado en pleno juicio con pañal? o más cerca todavía... ¿a un adolescente con su pareja y con los padres metidos en su cama? Pues, aunque la historia nos suene rocambolesca, o a peli de Almodóvar, esta visión de futuro, no se nos pasa por la cabeza cuando nos encontramos en el momento presente, con nuestros peques de lleno en EL PROBLEMA. Por ejemplo, “amanece todos los días en nuestra cama”. Cómo ha llegado ahí, o en qué momento se levanta y llega a nuestra habitación es uno de esos grandes misterios de la Humanidad.
Ellos tienen que aprender hábitos nuevos, o desaprender los que no son correctos o adecuados, pero nosotros también. Tenemos que cultivar nuestra paciencia, y sujetar fuerte nuestra toalla, para no tirarla en el primer momento.
Esa es la pregunta del millón, ¿Qué se puede hacer para cambiar hábitos aprendidos? ¿Qué hacer, por ejemplo, ante un niño o niña paseante? ¿Un niño o niña escapista de su cama, que se cuela en la vuestra sin permiso ni vergüenza? ¿Cómo reconducirlo a su cama sin perder los papeles ni la paciencia?
Este es uno de los temas que nos propusisteis la semana pasada, así que os vamos a dar un pequeño truco que en ocasiones ha funcionado, (recordad que no tenemos varita mágica, solo unas gafas muy cool):
El uso de DISTRACTORES. Y diréis y ¿qué es eso?, Pues es un palabro de estos de psicólocas, para hacer referencia a “Un algo”,un objeto, un muñeco, una toalla, “algo” que distraiga su atención cuando le devolvemos, en este caso a su cama. Ahí os tocará tirar de 5 los sentidos, (cómo nos gustan a las gafas de pensar los sentidos). Y seguir los siguientes pasos:
Paso 1: Ofrecerle volver a su cama.
Paso 2: Que coja el objeto nuevo, un peluche, un pañuelo de mamá, un jersey de papá, y que respire tumbado el olor, que disfrute del tacto de ese nuevo objeto, y que se imagine y visualice situaciones con ese objeto que sean tranquilas, que le ofrezcan calma y seguridad.
Paso 3: Ayudar dirigiendo esa visualización, contándole una excursión, un viaje imaginario, donde, acompañándolo por la respiración, vuelva a coger el sueño en su cama.
Suena muy rollo Zen, lo sabemos, pero mola. Aunque también es fácil que por los menos al principio durante ese proceso vosotros os durmáis antes que vuestros hijos/as.
Al día siguiente no debemos olvidar de reforzarle positivamente lo bien que se quedó en su cama, aunque posteriormente haya vuelto a pasar a la tuya, pero como os comentamos siempre, los cambios...
DESSSS-PAAAA-CIIII-TOOOO (Leer a ritmo de Luis Fonsi) . Y si ha conseguido dormir la noche entera en su cama, pues ¡¡la fiesta tiene que ser mayúscula!! ¡A lo loco!!
Tenéis que ser conscientes que el niño o niña que tiene un hábito adquirido no va a cambiar solo por el hecho de estar convencido de que debe hacerlo, por lo que le saldrá seguir haciéndolo de la misma manera, en cuanto se relaje. Por eso hay que ir poco a poco, muy seguros y no caer en la tentación de relajarnos nosotros también. ¡Eso es trampa!.
¿Quién se anima a ponerlo en práctica?, ¡¡Que levante la mano!!.